Diversas organizaciones han declarado que actualmente en Chile existen más de 50.000 niños, niñas y jóvenes que han desertado del sistema escolar. Estas cifras son alarmantes, ya que, en nuestro sistema educativo existen alrededor de 3.6 millones de estudiantes en los distintos niveles escolares. Uno de los factores protectores para poder hacer frente a esta deserción escolar es la resiliencia que, según Emmy Werner, llamó a las personas resilientes a aquellos que contaban con al menos un referente que los aceptaba de forma incondicional y brindaba reconocimiento, valoración y afecto, donde podían lograr un buen desarrollo en la vida, a pesar del alto riesgo social, mantener competencias pese al estrés continuo, sosteniendo las propias habilidades y posibilidades de hacer las cosas en constante interacción con el entorno psicosocial.
Stefan Vanistendael propone dos componentes de la resiliencia:
Resistencia frente a la destrucción: Capacidad de proteger la propia integridad bajo presión.
Más allá de la resistencia: Capacidad de forjar un comportamiento positivo pese a las circunstancias difíciles.
El concepto de resiliencia tiene su origen en la psiquiatría y psicología del desarrollo, interesadas por las cualidades que permitían que niños y jóvenes, que experimentaban factores de riesgo, pudiesen adaptarse y prosperar. La resiliencia es definida como la capacidad de recuperarse y adaptarse frente a la adversidad según la psicología positiva (Estaji, & Rahimi, 2014; Gu, & Day, 2007; Johnson, et al., 2015; Morgan, 2011).
La resiliencia es una habilidad que se puede ir desarrollando en cualquier etapa de la vida. Mediante procesos de aprendizaje, la persona puede ir adquiriendo nuevas conductas y formas de pensar. La estimulación de las áreas cognitivas, conductuales y afectivas desde edades tempranas ayudará en la época adulta a la exposición de acontecimientos negativos o traumáticos. Podemos identificar cuatro dimensiones de la resiliencia, tales como física, mental, espiritual y emocional, donde cada una de ellas interactúa y se vincula entre sí para fortalecer a los individuos frente a situaciones complejas.
En la educación socioemocional podemos potenciar y trabajar cinco rasgos de la resiliencia (Waugh, 2008), los cuales debemos trabajarlos al interior de los establecimientos educacionales como programas preventivos y no reactivos, además no dejándolo sólo para la asignatura de orientación/consejo de curso, sino que sea una política institucional.
Visión equilibrada: No existe un modelo exacto que sirva a todas las personas y es probable que incluso nuestro propio diseño cambie durante las distintas épocas de la vida. Sin embargo, la búsqueda del equilibrio, dedicar tiempo y esfuerzos adecuados a cada una de las cosas importantes resulta relevante para el éxito de la vida (no asociado a lo que tenemos, sino a lo que somos).
Perseverancia: Conocida como constancia, persistencia, dedicación. En este sentido, se aplica tanto a las ideas, como en las actitudes, en la realización de algo, en la ejecución de propósitos.
Confianza en sí mismo: es una actitud que permite a las personas tener una visión positiva acerca de ellos mismos. Las personas que confían en sí mismos creen en sus habilidades, sienten que tienen control sobre sus vidas y creen que son capaces de hacer lo que planean y esperan, ya que, el control de nuestras vidas tiene más relación con nuestro mundo mental que con el mundo real.
Autonomía personal: la educación socioemocional debe tender a potenciar y fortalecer la autonomía de las personas y la toma responsable de decisiones, identificando claramente los riesgos, beneficios y consecuencias de nuestras acciones.
Sentido de la propia vida: Desde una óptica filosófica el sentido de la vida está constituido por el sistema de objetivos que justifican a plenitud la existencia de un individuo, analizada en su totalidad, ante sus propios ojos.
Identificar factores protectores que puedan ayudar en la deserción escolar e ir a rescatar a estos estudiantes que por distintos motivos han desertado del sistema escolar resulta fundamental para responder a lo que realmente se espera de la educación, transformar a las personas en seres sociales y responsables de nuestras decisiones y generar proyectos de vida a la luz de sus proyecciones y así fortalecer la formación de las personas.
Nicolas Torres Gamez
Dr. Neurociencias, educación y desarrollo.