Rodrigo Cáceres, director de la Escuela de Lenguaje El Sembrador, en Doñihue, participó en una de las primeras versiones de nuestro programa de pasantías internacionales, en la ciudad de Bilbao, España, buscando obtener herramientas para ayudar a sus 87 estudiantes, a tener una mejor trayectoria de vida. Nos comparte los alcances que ha tenido esta experiencia personal y profesional.
Han pasado ocho años y aún recuerdo aquel día como si fuera ayer. Llegué a Bilbao, España, en un lujoso taxi Mercedes Benz desde el aeropuerto de la ciudad, con tan solo doce euros en el bolsillo y sin haber pagado tan lujoso transporte. El motivo: me habían robado casi todo mi dinero en Madrid, ciudad que había visitado aprovechando la larga escala de más de seis horas en mi periplo desde Santiago.
Cómo conseguí el taxi y cómo sobreviví cuatro días con tan poco dinero (hasta que me llegó más dinero desde Santiago) es otra historia. Solo cabe señalar que mis compañeros de magíster y una profesora a cargo me auxiliaron cuando casualmente nos topamos en el terminal aéreo bilbaíno.
Después de superar el primer susto, a la mañana siguiente llegamos a Casa Mayor de Deusto, una residencia estudiantil de la Universidad de Deusto. Esta lleva su nombre por la localidad en la que está ubicada, al norte de Bilbao. Allí hicimos el check-in y, para nuestra sorpresa, nos acompañaron caminando a nuestras habitaciones. Casa Mayor era literalmente un laberinto, desde la recepción, y dependiendo del piso o sección, no había un trayecto directo ni un ascensor que te llevara exactamente a donde ibas. Todo implicaba bajar, subir, avanzar y a veces retroceder. Era muy común toparse con compañeros que habían equivocado la ruta. Era preocupante al inicio, luego desafiante y, finalmente, divertido. Recuerdo que al tercer día fui capaz de encontrar un atajo, violando algunas reglas, pasando por comedores desocupados y por una lavandería.
Una vez instalados, comenzamos nuestras primeras aventuras, que incluyeron viajes y tours educativos. En mi caso, estas experiencias inspiraron una nueva canción. Al día siguiente ya estábamos en plenarios y actividades de autocuidado y de unión de grupo, ya que coexistíamos 3 programas diferentes de magíster de distintos lugares, como Rancagua, Santiago, Viña del Mar y Valparaíso. Y antes de iniciar las clases formales surgió una gran idea: juntarnos todas o casi todas las noches a cantar en la sala de estar de Casa Mayor (gran idea para nosotros, pero los habitantes habituales de la residencia no estaban tan de acuerdo con nuestra iniciativa). Una noche, un señor que vivía ahí, de manera muy educada, nos pidió parar a cierta hora y bajar el volumen del canto; días después nos enteramos de que ese señor era el rector de la universidad.
Llegamos un sábado. Ese día y el siguiente realizamos los tours ya mencionados, el lunes empezamos las clases y las visitas a colegios del País Vasco. Nos llamó mucho la atención la calidad de la infraestructura: entrar en uno de esos colegios era como hacerlo a una nave espacial, pues se sentía la diferencia de presión al abrir o cerrar una puerta. Todo estaba cerrado. Los patios y el acceso al baño parecían herméticos, sellados al vacío (es una hipérbole, pero realmente daba esa impresión). Había un patio abierto, donde no vi a nadie transitar durante nuestra visita, realmente me dio la idea de un colegio preparado para estar en Siberia o Alaska, aunque, en pleno invierno, no nos tocó lluvia ni días tan fríos. “El cambio climático nos ha golpeado fuerte”, nos decían. Pronto pudimos empezar a asistir a clases, en las que los estudiantes participaban en proyectos educativos que tenían en cuenta la Teoría de las Inteligencias Múltiples. Profesores y estudiantes tuvieron la gentileza de hablar en español y no en euskera, como es habitual en ese tipo de escuela.
Fue una linda experiencia ver a niñas y niños felices de ir a su escuela, motivados y entretenidos por la experiencia de hacer una clase en español. “Felicidad” para mí fue una palabra clave. Si alguien consigue que sus estudiantes vayan felices a sus clases, más de la mitad del aprendizaje ya está conseguido. Siempre traté de que mis clases se realizaran en un ambiente grato, pero desde lo que observé en esa primera escuela, mi expectativa subió; ahora la felicidad debía ser alcanzada, no bastaba con la comodidad o tranquilidad.
Nuestra segunda experiencia en terreno se realizó en una localidad costera y en una escuela estatal, más parecida a nuestras escuelas municipalizadas. Sin embargo, las diferencias de infraestructura seguían apareciendo. Vimos que un salón gigante del tamaño de una o dos canchas de baby fútbol reemplazaba a un patio, estando en segundo piso. Tenía hasta un arenero en donde los niños podían jugar cómodamente. Vi por primera vez, en pleno 2016, las pizarras interactivas. Fuimos testigos de clases con Metodología Dialógica, en mi caso una clase de Lenguaje. En esta, los niños estaban felices comentando el libro que les había tocado leer a sus compañeros, todos habían escogido uno distinto, todos lo disfrutaron. Insisto en lo de mi punto anterior: felicidad, eso es lo que vi en sus ojos.
Evidentemente no me pude resistir, pedí permiso y me puse a cantar con esos niños. Luego, hacia el final de nuestro trabajo, me invitaron a cantar en la misma Universidad. Desde ahí en adelante nunca más volví a separar mi trabajo pedagógico del que realizo como trovador. Creo que, si quieres estudiantes felices, los debes invitar desde tu propia felicidad. No soy un hombre más contento que cuando canto, cuando ejecuto música. Por eso, ahora invito a mis estudiantes a que sean partícipes de eso, los invito a ser felices conmigo. Para conseguirlo, estimado lector, tuve que realizar un viaje de más de 13.000 kilómetros, para lograr tener la que considero la mejor experiencia pedagógica de mi vida.
Quedó como evidencia de lo que fue este programa para mi una composición musical.
Rodrigo Cáceres Ibarra
Director de la Escuela de Lenguaje El Sembrador, Lo Miranda, Comuna de Doñihue – Profesor de Educación Musical – Magister en Desarrollo Curricular y Proyectos Educativos – Alumno del programa “Pasantía Internacional en Innovación Curricular y Proyectos Educativos” dictado en enero del 2016.