El concepto de “educación inclusiva” se asentó en los 80’s en el mundo anglosajón, inspirado por la idea de que la vida de todos y todas tiene que ser canalizada en los mismos espacios sociales naturales, sin crear estancos o nichos especiales para los distintos. ¿Qué se buscaba al impulsar el cambio desde el paradigma de la integración al de la inclusión? Terminar con el tratamiento separado que se daba a los estudiantes con necesidades educativas especiales (incluidos los que tienen autismo); incorporar a esos estudiantes en la aulas convencionales, como uno más, con igualdad de derechos, llevando allí una vida compartida con los demás estudiantes.
Es un cambio positivo, sin duda, pero para llevarlo adelante necesitamos que se den algunas condiciones, en el caso de nuestro país: es necesario contar con buenas políticas públicas; es necesario fortalecer las organizaciones de la vida civil y los programas de apoyo a las familias; es necesario vivir un cambio al interior cada escuela e institución, para superar los estereotipos e instalar allí una verdadera cultura de la inclusión…..
Se necesita, también, algo más, comenta Ignacio Muñoz Delaunoy, director del área de educación continua: “para que los propósitos colectivos que nos hemos planteado se transformen en realidad, lo fundamental es contar con algo que no tenemos en nuestro país: una dotación suficiente de profesionales inspirados por una deontología correcta, que tengan los conocimientos y las herramientas necesarias desenvolverse en escenarios socialmente complejos, mediando el aprendizaje de los alumnos especiales y no especiales, con la fineza necesaria para hacer que cada uno se acerque a su potencial; profesionales con ganas de convertir su propio quehacer en la herramienta transformadora que necesitamos para abrir espacio a un grupo de chilenos/as tan invisibilizados, como los de la condición del espectro autista…; profesionales con las ganas de hacer esto desde un espíritu colaborativo, que quieran sumar fuerza con sus colegas, que vienen de otros contextos, para abordar la diversidad como debe ser…”.
¿Cómo ayudar a que esto pase? La Universidad Andrés Bello está aportando lo suyo creando programas como el Diplomado de Inclusión Educativa y Social de Personas con la Condición del Espectro del Autismo, que se ha transformado en el principal espacio para la formación de especialistas en esta área de nuestro país.
Este programa, dictado en forma conjunta con la Universidad de Burgos y la Fundación Miradas, brinda a los profesionales que se desempeñan en establecimientos educativos, servicios de salud y servicios terapéuticos, los conocimientos, habilidades y actitudes necesarias para trabajar con personas con la Condición del Espectro del Autismo, mejorando su calidad de vida y la de sus familias. Lo que buscamos, comenta la directora, Lilia Siervo, es aportar a nuestro país especialistas que sean capaces de “poner en marcha el proyecto de vida de cada persona con Autismo”: