Este 2 de abril se conmemora en todo el mundo el día internacional del autismo, y hoy más que nunca se hace inevitable no detenernos y observar parte del camino recorrido; así como también, mirar hacia el futuro, ese futuro un tanto incierto e inacabado para tantas familias y personas adultas autistas que no cuentan con programas de acompañamiento. Mirar hacia el futuro, hoy se puede transformar en una especie de camino un tanto nublado y pedregoso.
Y es allí donde hoy quisiera detenerme, y mencionar a mi querido amigo Theo Peeters, cuando invitaba de manera urgente a toda la sociedad en su conjunto para que hacer enormes inversiones para empoderar a las familias con conocimientos y ayudas prácticas, porque la calidad del fututo de los ciudadanos autistas dependerá en gran medida del nivel de motivación y conocimiento de las familias.
Pero en la actualidad, ¿qué ocurre desde el punto de vista de los servicios y acceso a programas para las personas adultas autistas?, lamentablemente, la realidad en nuestro país es que simplemente no existen, o si existen, desaparecen con el tiempo por la falta de recursos permanentes. Necesitamos avanzar hacia los derechos y dignidad de cada persona autista, pero para eso, se requiere de un Estado que resguarde. Hemos avanzado, pero necesitamos ir más allá, necesitamos de oportunidades reales de participación comunitaria, trabajo en contextos inclusivos y normalizados, protección en la vida adulta y cuidados para una vejez activa.
¿Cómo avanzar para proteger, acompañar y garantizar accesos desde la libertad y la dignidad?
Hace un par de meses escribí para uno de los libros que preciosamente publicamos dentro del Diplomado en Inclusión Educativa y Social de Personas con la Condición del Espectro Autista de nuestra Universidad, que toda transformación supone un reto, como el de las orugas, que pasan de crisálidas a mariposas, sin prisa, sin pausa; profunda y radicalmente. Es así, que al igual que las orugas, nuestros sistemas y creencias deben seguir avanzando hacia la transformación, en donde cada persona autista pueda desarrollar su propio proyecto de vida, estar presente en los contextos y un Estado que resguarde y acompañe.
Por Lilia Siervo Briones, Educadora Diferencial, Directora del Diplomado en Inclusión Educativa y Social de Personas con la Condición del Espectro Autista, Universidad Andrés Bello.