Entrevista realizada por el académico Nicolás Torres a Ignacio Muñoz Delaunoy, editor del libro “CICLO VITAL EN EL ESPECTRO AUTISTA: CONVERSACIONES Y RECOMENDACIONES” y autor del capítulo “Desafíos y oportunidades de la inclusión de estudiantes autistas en el aula regular”. Puede descargar el texto que contiene el estudio que inspiró la entrevista haciendo clic sobre la imagen.
Ignacio, tu has trabajado en el tema de la inclusión de niños y niñas con TEA en el sistema escolar chileno, especialmente desde su rol como editor de esta publicación y como parte del equipo del programa A Convivir se Aprende. Desde esa experiencia, ¿cuál consideras que es la principal oportunidad que ofrece la inclusión en el aula regular?
La inclusión de los estudiantes con autismo en las aulas regulares es una iniciativa profundamente transformadora, que tiene sus bemoles, porque los cambios estructurales pueden dar origen a saltos cuánticos hacia el futuro pero también pueden desencadenar problemas para los cuales no estamos preparados, si se enfrenta esto con puro buenismo, sin suficiencia técnica o sin que existan las condiciones que son necesarias para que las novedades se puedan asentar….
Quiero hablar primero de la parte esperanzadora y virtuosa de esto. Luego me gustaría matizar. Cuando sacamos al niño y niña autista del ecosistema segregado y artificial que ofrece la educación especial y lo integramos en un entorno social natural (el aula regular), lo que hacemos es estimularlos a superarse cada día, los desafiamos a que salgan de su zona de confort para hacer cosas distintas. En un medio más exigente para ellos y ellas, su desarrollo cognitivo va a ser llevado a su potencial, van a avanzar más, cada uno desde su posición inicial. Se van a encontrar allí, además, con niños neurotípicos que se van a convertir, sin proponérselo, en modelos sociales que les van a enseñar a interpretar gestos, a leer señales no verbales, a sumarse a las conversaciones cotidianas y a adaptarse a las normas sociales del grupo. Van a aprender allí a interpretar mejor las emociones y dinámicas sociales. Eso les va a servir para mejorar su capacidad para adaptarse al entorno. Van a ganar en otro terreno que me parece crucial: en los escenarios sociales naturales estos niños van a desarrollar competencias que les van servir que cuando abandonen el mundo seguro de la escuela y tengan que llevar una vida independiente o semi independiente en el mundo real.
Quiero ampliar un poco este análisis: los niños y niñas autistas no van a ser los únicos beneficiados, porque la inclusión es virtuosa en un plano más amplio, porque transforma el entorno para todos. ¿A qué me refiero? Cuando los estudiantes neurotípicos conviven con compañeros con diversidad funcional, desarrollan competencias emocionales como la empatía, la tolerancia y la capacidad de acomodarse a realidades distintas, que son fundamentales para desenvolverse en un mundo como actual, complejo, incierto, expuesto a dinámicas de cambios sin precedentes, en los que vamos a necesitar personas resilentes, con capacidad para reinventarse, para surfear bien en aguas que no van a estar quietas…. Alguien que se ha formado en una escuela socialmente compleja, va a ser capaz de funcionar mejor en escenarios esos otros escenarios complejos, que son los de la vida misma… van a ser capaces de construir allí ambientes en los que prime el respeto y la colaboración, tanto en lo personal como en lo laboral. Suma para la raya: van ser ser personas más tolerantes, más adaptables, más proactivo, más fuerte en distintos aspectos.
Es importante puntualizar que estas maravillas no se dan siempre y no se logran fácil.
Te quiero hacer unos comentarios sobre esto, basados en la experiencia de campo.
La inclusión es virtuosa (y por cierto que lo es) cuando la imponemos a establecimientos instituciones que están preparadas para acogerla….funciona bien en centros escolares que ya son comunidad, en que hay una cultura del cuidado colectivo, en los que domina un clima socioemocional positivo, en los que tenemos, además, un número suficiente de directivos y docentes que tienen la formación necesaria para gestionar problemas de convivencia o de salud mental bajo lógicas restaurativas o no punitivas…. En estos medios los estudiantes con TEA pueden alcanzar logros académicos importantes, similares a los de sus pares neurotípicos, en varias áreas. No solo eso. Lo verdaderamente transformador no tiene que ver con el rendimiento escolar; ocurre a escala humana: si logramos que estos niños y niñas se sientan valorados, escuchados, que se sientan parte legítima del grupo al cual los estamos incorporando, entonces vamos a fortalecer en ellos un sentido de pertenencia y de identidad que es clave para su desarrollo integral. ¿Razones? Cuando logramos que se sientan parte, es más fácil que estos estudiantes desarrollen competencias que van a ser fundamentales en la vida adulta: la autonomía, la capacidad de organización, la toma de decisiones, la resolución de conflictos. Son habilidades que les van a permitir enfrentar el mundo más expuesto con el que se van a encontrar al finalizar su paso por el sistema escolar…
Quiero concluir estas observaciones planteando una idea central, que engloba lo que te he comentado: la inclusión, bien entendida, no es un gesto caritativo. Es una apuesta ética por una sociedad más justa, que reconoce la diversidad como un mínimo, como un nivel base en l que nos hacemos cargo de las necesidades y los derechos de un 17% de nuestra población, en el cual ocupa un lugar importante todo ese espectro que conforma el mundo del autismo. Es un acto político. Puede convertirse también, como te he comentado, en una herramienta pedagógica poderosa. ¿Fácil hacernos cargo de este mínimo? Para nada. En Chile copiamos políticas públicas de afuera y las transformamos en mandatos, sin que tengamos a la vista datos concretos de nuestra realidad, sin que, a veces, exista las condiciones básicas para que las cosas puedan caminar. Ese es el gran problema que tenemos en las escuelas. Para llegar a buen puerto es necesario sortear numerosas barreras….
Hablemos de eso. ¿Cuáles dirías que son hoy las principales barreras que impiden que pueda avanzar la inclusión de los estudiantes con autismo en nuestras escuelas? En su estudio habla de las “piedras en el camino”….
Para muchos niños y niñas con autismo, entrar a la escuela regular puede ser una experiencia muy difícil. Aunque desde fuera puede parecer que están accediendo a un espacio enriquecedor y lleno de oportunidades, la verdad es que los colegios —tal como están hoy en día— están repletos de barreras.
Estas barreras están en todas partes. Las vas encontrar dentro de las salas, en los edificios y los patios, que muchas veces no toman en cuenta las necesidades sensoriales de los estudiantes con TEA. Continúan en las dinámicas sociales del aula, que exigen una lectura rápida y flexible de códigos sociales. Domina allí el lenguaje metafórico, el doble sentido, las ironías, códigos que están alejados de ese lenguaje literal que estos estudiantes pueden procesar. Lo mismo pasa con las normas sociales, implícitas o explícitas, que se ciñen sobre todo lo que pasa, en micromundos sociales que son jerárquicos y en los que el espacio para la diferencia individual es limitado. Para un estudiante neurotípico, entrentar todo eso es algo natural; para un niño con autismo, moverse en medio este mundo físico y social tan complejo requiere un esfuerzo consciente y sostenido. No siempre lo va a lograr….
Las barreras suman y siguen. Los ritmos escolares son intensos. Los estudiantes se ven confrontados por transiciones bruscas, de una asignatura a otra, de un lugar a otro. Tienen que hacerse cargo, en cada uno de esos contextos con poca previsibilidad, ademas, con andanadas de demandas simultáneas, que pueden generar en ellos altos niveles de ansiedad. Cuando no hay apoyos específicos para ellos, esta sobrecarga sensorial y emocional no solo va a entorpecer su el aprendizaje. La experienia escolar se va a tornar algo difícil. Lejos de abrir oportunidades, lo que puede pasar acá es que la escuela se transforme en un lugar de sufrimiento, en el que el niño aprende poco y se siente fuera de lugar todo el tiempo.
Suma a las barreras a nivel de infraestructura y dinámicas sociales, las culturales.
¿Qué tan real es el discurso de la inclusión en el mundo interno de nuestras escuelas? La verdad es que mucho menos de lo que damos por sentado. Piensa en la realidad que ofrece nuestro profesorado. Muchos docentes, incluso los más comprometidos, no cuentan con la formación necesaria para abordar la diversidad. Valoran la inclusión. Son profesionales altamente motivados, pero no saben como relacionarse con esto niños, no entienden cómo ven el mundo, no saben apoyarlos con estrategias pedagógicas ad hoc, ni darles apoyos emocionales específicos contextualizados a su realidad. No saben como manejar la dispersión de un espectro que convierte la realidad de cada niño en algo casi único, que hay que atender con un enfoque dedicado y muy particular. Las recetas estándar acá no sirven, porque no existe ni ha existido nunca el “alumno promedio”. El problema es que si aplicas la “receta” vas a generar una situación de desborde y frustración en estos estudiantes, que son personas maravillosas, pera también con elementos distintos. Si no sabes como sacarle brillo a la diferencia que tiene cada uno de estos niños, lo que puede constituir una buena intención, puede estrellarse con la realidad y terminar en derivaciones a programas especiales o, peor aún, en el aislamiento del estudiante dentro del aula misma.
Importante decirte que falta de preparación no es responsabilidad de las profesoras y los profesores, a nivel individual; la carrera de pedagogía de esta universidad, y otras, ya no está formando profesores para un aula homogénea que ya existe. Acá nos tomamos en serio la diversidad. Sabemos cuán importante es el aprendizaje adaptativo. Pero nosotros los formamos para orientar el aprendizaje. No los preparamos para hacer diagnósticos o para brindar el apoyo especializado que requiere un niño o niña con discapacidad intelectual o que está afectado por un problema de salud mental y un cuadro de estrés postraumático. Para fortalecer la preparación de nuestros educadores, en ese ámbito, es necesario apoyarlos con una formación especializada, a nivel de educación continua o postgrados….
La vida social en la escuela puede ser especialmente estresante para los estudiantes con TEA. ¿Podrías explicarnos por qué ocurre esto y qué tipo de medidas podrían adoptarse para mitigar este malestar?
La vida para un niño o niña con autismo puede convertirse en un campo minado, en el plano emocional. ¿Razones? A diferencia de sus compañeros neurotípicos, no cuentan con ese “piloto automático” social que nos permite interpretar espontáneamente gestos, miradas, bromas o silencios. Para ellos, cada interacción es un problema por resolver: ¿qué quiso decir el otro?, ¿cómo debo responder?, ¿qué significa ese gesto?, ¿por qué se ríen? Ese procesamiento constante, consciente y deliberado, es agotador. Cuando sumas a esa realidad dinámicas de convivencia que son tóxicas, como las que se dan en la mayoría de las escuelas, que evidencian problemas de convivencia ¿qué podemos esperar que pase, sino lo previsible?: que la experiencia escolar se vuelva una secuencia de pequeños desafíos que terminan por sobrecargar su sistema emocional…. importante puntualizar que ese sistema emocional es distinto, porque estos niños y niñas tienen un cerebro emocional que funciona distinto… muchas veces ellos y ellas no logran identificar ni comprender lo que sienten, ni interpretar con claridad las emociones ajenas. Esto dificulta la construcción de amistades, los expone a malentendidos, y los deja vulnerables a experiencias de exclusión, burla o acoso escolar. A veces porque son rechazados de forma directa, a veces también porque son excluidos de grupales en forma espotánea, sin que nadie se dé cuenta… o peor aún, sin que a nadie le importe.
En este contexto, muchos estudiantes con autismo desarrollan ansiedad crónica, conductas disruptivas o episodios de desregulación emocional que suelen interpretarse como “mal comportamiento”. Es aquí donde emerge una de las barreras más invisibles pero más dañinas del sistema: la cultura escolar punitiva.
Muchas escuelas operan, todavía, bajo lógicas disciplinarias rígidas, que castigan la expresión emocional intensa, la diferencia, en lugar de comprenderlas. Los sistemas de anotaciones, sanciones o expulsiones, es importante comentar, funcionan mal por dos motivos: rara vez consiguen generar cambios en forma permanente en el comportamiento de los estudiantes que no se saben regular o tienen actitudes desafiantes; además de eso, suelen profundizar las heridas emocionales en los estudiantes, particularmente en estos estudiantes….. ¿Qué les pasa a ellos cuando son castigados con esquemas conductistas? Les enseñamos que no encajan, que son un problema y que su forma de estar en el mundo no tiene cabida.
Por eso, el verdadero cambio pasa por transformar la cultura escolar, en un plano mucho más general, para que la inclusión deje de ser discurso y se transforme en realidad vivida. Necesitamos avanzar hacia lo que hoy se llama “escuelas que sanan”: comunidades educativas inspiradas en los principios de la justicia restaurativa, donde lo central es el vínculo y prevalecen lógica de cuidado que compromente a la comunidad completa; escuelas en las que los conflictos se abordan como oportunidades de aprendizaje y no como desviaciones que hay que eliminar; escuelas en las que le podamos preguntar a los estudiantes que tienen comportamientos desafiantes que les pasa, que están sintiendo, antes de juzgarlos, dando por sentado que algunos de ellos pueden tener problemas de regulación emocional, por estar afectados por un cuadro postraumático complejo o por situarse en algún lugar del espectro….. Esto no implica abandonar los controles disciplinarios. No se trata de eso. Se trata de aplicar, en el primer momento del conflicto, instancias de mediación de pares, círculos restaurativos, asumiendo este supuesto: si un estudiante tiene un comportamiento que daña los vínculos con otro estudiante, lo que está haciendo es afectar a la comunidad como todo; si lo logramos que comprenda esto, en algún grado, y lo motivamos para que repare lo que dañó, puede haber cambios que se asienten, se puede construir un clima escolar mejor, en el que todos se preocupen de cuidar a los demás. El castigo, en este contexto, puede dejar de ser una acción sancionatoria y se puede convertir en una acción restauradora y sanadora para todos…. Si esto no funciona (muchas veces es así), se tiene que aplicar el reglamento….. No se trata de una cosa versus la otra, sino de intentar las dos.
¿Cómo llevar adelante esto?
El cambio desde una cultura ciento por ciento punitiva a una en que la convivencia se aborda con una lógica formativa y un criterio restaurativo no es ninguna cosa del planeta marte. Es algo que podemos lograr, si aplicamos las orientaciones incluidas en la nueva Política de Convivencia Educativa del Mineduc. Lo que importante este esto: este cambio, que es beneficioso para todos los estudiantes, que es beneficioso para la comunidad escolar como conjunto, se constituye en un pre-requisito para la inclusión, porque si quieres que educativas de los niños y niñas autistas pueda ser vivida con sentido, alegría y dignidad, es necesario incoporarlos a escuelas que funcionen como ecosistemas socioemocionales en las que prime la colaboración, en los que las diferencias sean reconocidas como un valor, en las que los conflictos se aborden como espacios de aprendizaje, en los que todos se cuiden y se preocupen de sostener el vínculo….
Repito, proponer este cambio no es como hablar esperanto, es algo que se puede lograr, si le explicamos a los docentes como ven el mundo y como aprenden los niños y niñas con autismo, si les enseñamos a abordar los temas disciplinarios de otra manera, si los dotamos de las las competencias socioemocionales para prácticar una escucha activa, para sostener una comunicación empática, y si les aportamos, además, las herramientas necesarias para trabajar con la diversidad neurocognitiva, bajo enfoques restaurativos. No basta con saber sobre autismo: hay que aprender a convivir con él.
Una de las entrevistadas en la sección del libro que te tocó coordinar relevó mucho la importancia que tiene el componente actitudinal, como punto de inicio o arranque para la inclusión del niño y niña autista en el aula regular. ¿Qué opinas?:
Juana María Hernández sostuvo y rico dialogo con Natalia de Francia en el que puso el dedo sobre la llaga con este punto. ¿Qué es lo que afirma?: los preconceptos y los criterios de significado que están instalados en el corazón de la cultura escolar condicionan de algún modo el modo como los encargados de convivencia escolar, los inspectores, los profesionales de apoyo, los profesores e incluso los apoderados enfrentan el tema de la diversidad. Si quieres que el estudiante que tiene una condición distinta sea bienvenido, tienes que cambiar este componente actitudinal basal.
Dejame elaborar un poco esta idea. La inclusión requiere recursos, normativas, apoyos específicos, capacitación. Pero esto solo se asienta si hemos logramos transformar las actitudes y los marcos culturales desde los cuales se interpreta la diferencia. ¿Por qué? Porque las barreras más difíciles de remover no están fijadas en la arquitectura de los establecimientos o en sus reglamentos. Las vas a encontrar enlas resistencias silenciosas, los prejuicios naturalizados, las expectativas bajas que tenemos a veces sobre el potencial de nuestros estudiantes y los temores encubiertos al interior de nuestras comunidades escolares, basados en estereotipos sobre lo que son y suponen cierto tipo de estudiantes.
Estas barreras actitudinales de las que habla Juana María dominanen muchos establecimientos, sigue existiendo allí una concepción de la diversidad como un “problema a resolver”, como algo que hay que “tolerar”, o como una tarea extra que va suponer una sobrecarga. Prima una lógica individualista. Los miembros de las comunidades educativas suelen abordar los desafíos que supone la presencia de estudiantes con diversidad funcional, como algo que los afecta a ellos, no como una causa común o como una responsabilidad colectiva.
Si no cambiamos esto la inclusión no va a poder desplegarse de manera virtuosa por nuestro sistema escolar. Entonces, como vez, es prioritario impulsar, desde la universidad y desde cualquier parte, un cambio cultural. Un cambio que no tiene que ver con la entrada en vigencia de una ley, un reglamento o de nuevos protocolos asociados a los Reglamentos Internos de Convivencia Escolar; tiene que ver, más bien, con el inicio de una conversación profunda al interior de las comunidades escolares sobre qué entendemos por educación y por convivencia, abordando a cada escuela como una comunidad en la que los más importante es el vínculo, el cuidado y la colaboración. Es este cambio cultural el que permite que los reglamentos internos de convivencia escolar y los protocolos de intervención cobren vida, que los apoyos se integren de forma coherente, y que los esfuerzos no dependan solo de voluntades individuales.
La experiencia internacional es clara. En la misma entrevistas contenida en este libro vas a encontrar un camino, el recorrido por Portugal, que logró una transformación significativa en su sistema educativo precisamente porque inició el trabajo por la inclusión con un cambio de mirada. Primero sensibilizó a las comunidades educativas, formó a los equipos docentes y trabajó con las familias en torno a una ética común de la inclusión. Luego de eso después vinieron las normas, los ajustes curriculares, las exigencias por ley. El orden de los factores fue clave.
El trabajo con esta dimensión cultural es el punto de partida de todo. Si no hacemos este trabajo específico con nuestro profesorado, este se va a transformar en detractor del proceso de inclusión, por agotamiento, por falta de herramientas o simplemente por temor, orque nadie puede cambiar lo que no entiende, ni sostener lo que no comparte. Tienes que tener a la vista en lo siguiente: si el cambio depende de unos pocos motivados, especialistas y experiencias piloto, nunca va a ser estructural…. Lo que necesitamos que se produzca es un compromiso en el que participe una comunidad entera que comparte una visión de la educación, un compromiso al que se sumen profesores, profesionales de apoyo, apoderados, equipos directivos comprometidos, y las instituciones como todos. Incluir, si te fijas, no tiene que ver con recibir a estudiantes con condiciones distintasen las aulas regulares; incluir es cambiar la escuela desde la raíz para que todos tengan un lugar en ella, no como excepción, sino como parte de su misión.
¿Qué pasa con los niños con autismo cuando enfrentan el momento siguiente en su ciclo de vida: cuando tienen que dejar el colegio? No abordó este tema en tu contribución al libro. Le pido que me aportes tu visión:
La transición desde el sistema escolar a la vida adulta suele ser una etapa particularmente dura. Piensa esto: luego de varios años en que los niños, niñas y jóvenes se han esforzado para adaptarse a una vida escolar intensa y muchas veces hostil, lo que ocurre es que logran encontrar soluciones más o menos vivibles para ellos; aprender a manejarse con las reglas implícitas de la tribu escolar, se acomodan en parte a las dinámicas de grupo, encuentran alguna solución para enfrentar las exigencias que supone un medio que no los tiene tan en cuenta como debiera (pero que se preocupa por ellos); lo que ocurre es que al final, cuando han logrado obtener cierta estabilidad y equilibrio, deben enfrentar el desafío mayor: salir al mundo real y desenvolverse con un grado de independencia que hasta entonces no se les había exigido.
Este tránsito desde un entorno protegido a uno mucho más abierto es estresante, tanto para los propios jóvenes como para sus familias. De pronto, la preocupación por la integración la tienes que cambiar por preguntas más difíciles de responder: ¿podrá encontrar tu hijo o hija encontrar un trabajo?, ¿tendrá una red de apoyo que se ocupe de él o ella?, ¿logrará vivir con autonomía?
La verdad es que muchos de estos jóvenes enfrentan obstáculos difíciles de remontar en esta etapa, que vas a poder conocer en la tercera parte del libro. Les cuesta, por ejemplo, formar amistades sólidas, establecer vínculos afectivos o tener y sostener relaciones de pareja. Esto va repercutiendo directamente en su autoestima. Aceptarse tal como son, en un mundo que exige “normalidad”, tiene que ser algo emocionalmente desgastante. Por ese motivo son tan habituales los cuadros de ansiedad, depresión u otras problemáticas de salud mental que antes podían ser sostenidas de algún modo en el mundo seguro del colegio. Nos hacemos cargo de esto en uno de nuestros diplomados, en los que formamos profesionales de la salud mental, para que sepan como atender a jóvenes y adultos jóvenes con la condición del espectro autista…. hay un camino enorme que recorrer en este ámbito.
Otro camino importante y desafiante, que estamos tratando que los jóvenes puedan recorrer mejor, con nuestros programas y pasantías internacionales, es el que vas a encontrar en el frente laboral. La mayoría de los jóvenes con TEA tienen dificultades para acceder a empleos formales y estables. Cuando logran insertarse, suelen ser en trabajos de baja calificación, mal remunerados o en contextos laborales segregados. Y aunque existen programas de intervención que buscan revertir esta situación, a cargo de ONG o consultoras, su cobertura sigue siendo limitada.
Hay un tercer tema que debiera precuparnos más en el país, creo que va a ser más serio, por el módo como se está comportando nuestra pirámide poblacional: la pérdida de redes familiares de apoyo, especialmente cuando los cuidadores principales envejecen o fallecen. En ese punto, muchos adultos con TEA quedan en una situación de vulnerabilidad crítica, viéndose obligados a ingresar a hogares o residencias donde, en muchos casos, experimentan un deterioro importante en su calidad de vida. Piensa en lo que está pasando en este país, en que tenemos cada vez menos jóvenes, casi un record mundial…. si esto sigue así las redes de apoyo, sostenidas por las familias, van desaparecer.
Me gustaría cerrar esta respuesta con una interpelación: nuestra sociedad no puede abandonar a las personas con autismo una vez que egresan de la escuela. Tenemos que encontrar fórmulas para tener una continuidad de apoyos, oportunidades reales de inserción laboral y social, y soluciones eficientes, financieramente viables y humanamente virtuosas para brindarles el acompañamiento necesario para que puedan proyectar una vida adulta plena y digna.
Para cerrar esta entrevista quiero que amplies lo que compartiste en el lanzamiento de este libro, cuando hablabas de tu acercamiento a este tema como historiador:
Gracias por esta pregunta. Me da la posibilidad de cerrar esta conversación explicándote desde que mirada me acerqué a este proyecto. Cuando asumí el rol de editor del libro, junto a Lilia —que es, sin lugar a dudas, el verdadero motor de esta iniciativa— lo hice con una convicción profundamente ligada a mi formación . Y es la siguiente: no hay forma de comprender una experiencia humana si no la sigues y la analizas en el contexto de sus transformaciones, con todas sus rupturas, continuidades y desafíos. Eso fue lo que intentamos hacer en Ciclo Vital en el Espectro Autista: poner en el centro a la persona autista, como una persona que existe y se despliega en el tiempo, que crece y que necesita cosas distintas a lo largo de su vida… una persona que solo vamos a poder acompañar si logramos entender como experimenta la vida en cada uno de estos momentos, aportando soluciones que estén contextualizadas a esa realidad. Te lo digo de otra forma, una más relacionada con mi formación: el autismo no es una condición que se instala una vez y permanece igual para siempre; es una forma de estar en el mundo que va evolucionando y que va planteando a las familias, escuelas, sociedad, gobierno, etc, distintos desafíos, en distintos momentos del ciclo. Aquí no hay balas de plata o recetas perfectas para toda la vida. Las respuestas que tenemos que buscar tienen que estar contextualizada a la realidad que confronta la persona con autismo cada momento de su ciclo vital. Y ahí es donde creo que este libro aporta algo único. Reunimos muchas voces que nos ayuda a entender lo que pasa y lo que podemos hacer en cada uno de estos momentos, sabiendo que no una sola solución correcta, sino un continuo de acercamientos progresivos que tienen que estar adaptado a la realidad única que ofrece la vida cada ser humano, situado en esta condición.
Entrevista realizada a Ignacio Muñoz Delaunoy, a propósito del lanzamiento del libro Ciclo vital en el espectro autista: Conversaciones y recomendaciones, que tuvo lugar el 28 de mayo del 2025.