El perímetro de la función docente se ampliado enormemente. Hace algunos años los compromisos del académico eran acotados a la actividad formativa, que podían combinar con sus actividades profesionales principales. Hoy se espera de los académicos muchas más cosas: que sean pedagogos sobresalientes, con capacidad para generar aprendizaje en alumnos con capital cultural disparejo; que cumplan labores de gestión, como secretarios académicos o directores de unidades; que pongan sus conocimientos al servicio de la comunidad, a través de la extensión; que ayuden a instalar en la institución en que se desempeñan sistemas de aseguramiento de la calidad; que participen en procesos de movilidad internacional, a nivel de docentes o estudiantes; y además de todo eso, que se transformen en investigadores con capacidad para influir sobre sus pares, publicando en revistas indexadas, idealmente Q1 y Q2. ¿Cómo sobrevivir a tantas exigencias? Uno de los frentes en que nuestros académicos enfrentan mayores dificultades, hoy en día, es el de la investigación, que es un área que no dominan de manera natural. Hay instituciones que han logrado avances importantes, apoyando los esfuerzos que realizan sus docentes, con programas focalizados. Una de ellas es la Universidad de la Costa, a través del rol del “gestor de publicaciones”:
La Dirección de Educación Continua de la Facultad de Educación y Ciencias Sociales lleva algún tiempo desarrollando proyectos conjuntos con la Universidad de la Costa, a través de la dictación de programas de pasantía internacional, la movilidad de docentes, visitas a centros escolares en Chile, y el desarrollo de esfuerzos de investigación conjuntos. Esta actividad se va a potenciar a través de la creación de un núcleo de investigación conjunto en el área del bienestar y la convivencia escolar. Este acuerdo fue suscrito por la académica Paola García-Roncallo de la Universidad de la Costa e Ignacio Muñoz Delaunoy de la UNAB.