Mientras los sistemas educativos insisten en priorizar los resultados académicos, una pregunta incómoda se abre paso con fuerza: ¿de qué sirve enseñar contenidos si los estudiantes no saben gestionar lo que sienten? En una reciente charla organizada por la Universidad Andrés Bello y la Fundación Hôrreum, se puso sobre la mesa una verdad difícil de ignorar: las competencias socioemocionales no son un lujo, son una necesidad urgente.
En el centro del debate, una idea poderosa: no hay aprendizaje posible cuando las emociones están desbordadas. Y eso es exactamente lo que viven miles de niños y adolescentes que llegan a la escuela cargando estrés, ansiedad, frustración o tristeza. Pretender que puedan concentrarse, rendir evaluaciones o cumplir normas sin antes haber sido acompañados emocionalmente, es ignorar cómo funciona el desarrollo humano.
La educación emocional sigue siendo relegada a talleres puntuales o actividades aisladas, cuando en realidad debería estructurar la experiencia educativa desde el inicio. Habilidades como la autorregulación, la empatía o la capacidad de resolver conflictos no solo impactan en la convivencia escolar: definen la posibilidad de tener una vida saludable, relaciones sanas y proyectos sostenibles.
El problema es estructural. La escuela tradicional sigue enfocada en lo académico como único indicador de éxito, desatendiendo dimensiones fundamentales del ser. Mientras tanto, aumentan los casos de violencia, ausentismo, desmotivación y sufrimiento psíquico dentro de las aulas.
Repensar la educación implica reconocer que el desarrollo emocional es tan central como el cognitivo. No se trata de reemplazar materias, sino de transformar el enfoque: enseñar matemáticas con empatía, leer literatura conectando con las emociones, abordar la historia desde la conciencia crítica del presente.
No se puede seguir educando como si sentir fuera una amenaza o una distracción. La escuela del presente —y del futuro— necesita poner las emociones en el centro. Porque solo así será capaz de enseñar, de incluir y, sobre todo, de cuidar: