¿Qúe debes hacer para apoyar a un niño o una niña que acaba de sufrir la muerte de un familiar, un accidente grave o una situación de violencia? Contamos con una herramienta esencial para ello: el Primer Apoyo Psicológico.
El Primer Apoyo Psicológico (PFA) es una técnica de intervención que permite ayudar a los niños que enfrentan situaciones traumáticas, brindándoles una contención de primera instancia. A través de la escucha activa y el trabajo de estabilización emocional, se ayuda a los niños a sentirse más seguros, a procesar la experiencia, y se logra aminorar la posibilidad de que el incidente pueda dar origen a un cuadro de estrés postraumático?. ¿Qué rol pueden cumplir los profesores en estos casos? Aunque ninguno de nosotros está capacitado parar ofrecer terapia, podemos jugar un papel clave, si tomamos en cuenta las 8 recomendaciones que nos comparte B. Miller et al. (2024), en “Psychological First Aid Guide for Children’s Advocacy Center Supervisors”, Southern Regional Children’s Advocacy Center:
Acción 1: Contacto y Compromiso: El primer paso para un profesor que apoya a un niño tras un incidente crítico es establecer un contacto inicial de forma cálida, empática y no intrusiva. El objetivo es que el niño sienta que puede acudir a su profesor en cualquier momento y que no está solo en su dolor. Es importante ofrecer información adecuada sobre lo que ha ocurrido, adaptada a la comprensión del niño, evitando detalles traumáticos que puedan aumentar su angustia. Asegura que estarás disponible para hablar con ellos y apoyarlos cuando lo necesiten, dejando claro que tu prioridad es su bienestar. Además, para aquellos niños que han sufrido una pérdida personal o experimentan un duelo, brindarles palabras de consuelo adicionales y permitir que expresen sus emociones les ayudará a sentirse acompañados.
Acción 2: Seguridad y Comodidad: Tras un incidente crítico, uno de los objetivos principales de un profesor es asegurar que el niño se sienta física y emocionalmente seguro dentro del entorno escolar. Esto puede incluir gestos como ofrecerles un espacio tranquilo donde puedan relajarse o hacer una pausa cuando lo necesiten. Al hablar con el niño, el profesor debe realizar “chequeos de bienestar” para asegurarse de que se sientan cómodos. Gestos sencillos como ofrecerles agua o acompañarlos durante una actividad tranquila pueden ser reconfortantes. Es importante observar cualquier señal de angustia, como el llanto excesivo, la desconexión o el retraimiento, para ajustar la respuesta del profesor. Se debe validar su sensación de seguridad y abordar cualquier preocupación que tengan, haciendo del aula un espacio donde se sientan protegidos.
Acción 3: Estabilización: La estabilización es clave cuando un niño está mostrando signos de estrés intenso, como ansiedad, confusión o desconcierto. Como profesor, tu tarea es ayudar a calmar al niño y traerlo de vuelta al presente, sin forzar ningún tipo de confrontación con el incidente crítico. Técnicas simples como la respiración profunda pueden ser útiles, y también lo es invitar al niño a caminar un poco por el aula o el patio mientras conversan, lo que puede ayudar a liberar tensión. El profesor debe ser una presencia calmada y tranquilizadora, ofreciendo apoyo sin presionar. También se debe permitir al niño elegir si prefiere continuar con sus actividades normales o tomarse un descanso. Lo importante es que el niño se sienta en control de la situación.
Acción 4: Recopilación de Información sobre las Necesidades y Preocupaciones del Niño: En esta fase, el profesor debe escuchar activamente al niño para entender cómo está experimentando el impacto emocional del incidente. Es fundamental no hacer suposiciones sobre lo que el niño necesita o cómo debería sentirse, sino permitir que ellos expresen lo que necesitan en ese momento. Preguntas suaves como “¿Te sientes preocupado?” o “¿Hay algo que te haga sentir incómodo?” pueden ayudar a identificar si el niño tiene miedos específicos o está lidiando con emociones complejas. Además, el profesor debe estar atento a cualquier signo de culpa o vergüenza que el niño pueda sentir, especialmente si se culpa a sí mismo por lo sucedido. Esta recopilación de información debe hacerse de manera no invasiva, respetando el ritmo y la disposición del niño a hablar.
Acción 5: Asistencia Práctica: Después de recopilar suficiente información sobre lo que el niño necesita, es momento de ofrecer apoyo práctico. Esto puede significar permitir que el niño se tome descansos durante el día escolar, ajustar su carga de trabajo, o incluso ayudarlo a encontrar maneras de sentirse más cómodo en el aula. También puede incluir apoyo en la logística diaria, como modificar el horario escolar o facilitar la comunicación con los padres para coordinar cualquier asistencia adicional en casa. El profesor debe ser proactivo, ofreciendo ayuda concreta en lugar de simplemente esperar a que el niño la pida. Esta asistencia también puede incluir el establecimiento de rutinas que aporten seguridad y estructura, lo que es crucial tras un incidente traumático.
Acción 6: Conexión con Apoyos Sociales: El apoyo social es vital para la recuperación emocional de los niños. El profesor debe fomentar la conexión del niño con sus amigos y familiares, asegurándose de que no se aísle tras el incidente crítico. En el entorno escolar, se puede promover que otros compañeros muestren solidaridad y apoyo, lo que ayudará al niño a sentirse respaldado. También es importante que el profesor esté atento a si el niño necesita más apoyo del que sus amigos pueden ofrecer, como derivarlo a un orientador escolar o facilitar la comunicación con sus padres para que reciban apoyo emocional en casa. Crear una red de apoyo en la escuela y en el hogar es crucial para que el niño se sienta acompañado durante su proceso de recuperación.
Acción 7: Estrategias de Afrontamiento: Los niños, al igual que los adultos, necesitan aprender estrategias para enfrentar el estrés y el trauma. El profesor puede ayudar a los niños a identificar reacciones normales al trauma, como el miedo, la ansiedad o la confusión, y guiarlos en formas de lidiar con estas emociones. Proporcionar información simple sobre cómo controlar el estrés a través de actividades como la respiración profunda, dibujar o hablar con un amigo puede ser muy útil. También es importante que los niños comprendan que sus emociones son válidas y que el profesor está allí para apoyarlos en el manejo de esas sensaciones. Ofrecerles herramientas prácticas para calmarse y mantenerse tranquilos puede mejorar significativamente su capacidad para procesar el trauma de manera saludable.
Acción 8: Derivación oportuna: En algunos casos, el apoyo de un profesor puede no ser suficiente para abordar el trauma de un niño, y será necesario derivarlo a apoyo profesional. Esto puede incluir referir al niño a un orientador escolar, un psicólogo o un trabajador social. El profesor debe estar preparado para reconocer cuándo un niño necesita más que el apoyo inmediato en la escuela, como cuando sus niveles de angustia son elevados o sostenidos en el tiempo, o si el incidente ha generado un impacto duradero en su comportamiento o bienestar emocional. En estos casos, es crucial contar con información sobre los recursos disponibles en la comunidad o en el sistema escolar para garantizar que el niño reciba la atención que necesita. Además, el profesor debe seguir siendo un puente de apoyo entre el niño y estos recursos externos.
Por Ignacio Muñoz Delaunoy. Director programa “A Convivir se Aprende”, región de O’Higgins. La traducción y resumen de las recomendaciones fue realizada utilizando ChatGPT. Si quieres revisar el documento completo del cual se extrajeron estos consejos debes hacer clic sobre este link.